Baldor
Entidad de la Muerte
Entidad de la Muerte
Baldor era un niño que vivía en un tranquilo pueblo cercano a Demacia, una aldea cuyos días eran atormentados por la aparición de seres espectrales, enviados por un enigmático y siniestro ser. Una fatídica noche, Baldor fue raptado por estas entidades y llevado a un oscuro escondite donde aguardaba la fuente de su tormento: un poderoso nigromante, maestro de las artes oscuras y controlador absoluto de los espectros.
El nigromante vio en Baldor una oportunidad y lo convirtió en su sujeto de experimentación. Día tras día, le lavó el cerebro, robándole su energía vital y su humanidad, hasta transformarlo en un lacayo sin voluntad propia. Como prueba de su lealtad, Baldor recibió su primera misión: asesinar a sus propios padres. Consumido por la magia oscura, cumplió con éxito su tarea, lo que llenó de orgullo al nigromante. Fue entonces cuando decidió tomar a Baldor como su aprendiz.
Encerrado en la tenebrosa cueva del nigromante, Baldor pasó siglos sumido en estudios oscuros, perfeccionando cada hechizo y técnica. Trescientos años después, un grupo de exploradores intrépidos descubrió la cueva y, sin saberlo, liberaron a Baldor de su prisión.
Libre por primera vez en siglos, Baldor vagó por todo Runaterra, enfrentándose a un mundo que ya no conocía. En su viaje encontró compañeros que le ofrecieron experiencias de todo tipo, desde la camaradería hasta la traición. Con el tiempo, su poder creció exponencialmente, atrayendo nuevamente la atención de su antiguo maestro.
El nigromante, ahora revelado como el Portador de la Muerte, contactó a Baldor con una última oferta: completar una misión en su nombre. Sin embargo, Baldor, decidido a no someterse nuevamente, se negó. Furioso, el nigromante lo engañó y, en un acto final de manipulación, transfirió a Baldor la pesada carga de convertirse en el nuevo Portador de la Muerte.
El destino de Baldor se tornó aún más oscuro. Con su nueva identidad, tuvo que soportar un viaje a través del tiempo, llevar consigo la culpa de innumerables muertes y enfrentarse a sus propios errores. Sólo después de innumerables pruebas y sacrificios fue considerado digno del título.
Ahora, como el nuevo Portador de la Muerte, Baldor enfrenta una pregunta que lo atormenta más que cualquier hechizo o misión: ¿Qué será de él, ahora que su destino es encarnar la muerte misma?